lunes, 30 de junio de 2008

RAMON NOVARRO (1899-1968)



UNA MUERTE SORDIDA

Por Jesús Iglesias Lerroux

Llamado en realidad Ramón Gil Samaniego y nacido en Durango, México, fue un actor que, habiendo escalado las más altas cimas del cine mudo, se eclipsó a la llegada del cine parlante. Mucho influyó en su declive la desastrosa vida que llevaba y que lo condujo, finalmente, a una muerte indigna.

Ramón Novarro murió asesinado en su residencia cercana a Los Angeles, a los 69 años, durante una orgía de homosexuales. El crimen reveló al mundo la vida de disipación que llevaba el celebérrimo intérprete de “Ben Hur”, primera versión.

Novarro fue arrestado varias veces por manejar ebrio. En una ocasión se le sometió a juicio por provocar un choque en Valle de San Fernando y fue entonces cuando declaró a los periodistas: “La vida ya no tiene ningún significado para mí...”.

Su muerte fue ciertamente horrible, pues sus verdugos no lo mataron con prontitud, sino que lo torturaron por horas y finalmente lo mutilaron en una vorágine de bajas pasiones. Por supuesto, no era la primera vez que Novarro se veía inmiscuido en escándalos de homosexuales... pero sí la última.

Como actor del cine silente, Novarro fue uno de los más famosos y mimados. Desde que se afincó en Hollywood destacó por su personalidad, finas maneras e impresionante físico. Se convirtió rápidamente en el más popular “latin lover”, hasta que lo desplazó Rodolfo Valentino.

Hizo su primera aparición en el cine en 1918 con “El prisionero de Zenda”. Posteriormente filmó “Scaramouche”, “El pescador de perlas”, “El árabe”, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, cinta que después superaría en todo sentido Rodolfo Valentino, y “Mata Hari”, donde Novarro compartió créditos con la mítica Greta Garbo. Sin embargo, ninguna película hizo que lo aclamaran tanto como “Ben Hur”, donde encarnó a Mesala.

En 1950, después de haber pasado muchos años retirado del cine, volvió a los sets en papeles secundarios.

Viajó a México e hizo “La virgen que forjó una patria”, con Gloria Marín, cinta que resultó un fiasco. Aquellos días en que Greta Garbo, Gloria Swanson y Pola Negri se disputaban el honor de ser sus coestrellas, habían quedado muy atrás. Novarro, viejo, desdentado y casi calvo, comprendió que nada tenía que hacer en el cine, ni siquiera de comparsa. Fue entonces cuando se lanzó de lleno por la pendiente del vicio.

En aquella orgía de homosexuales, Ramón Novarro encontró, al fin, la paz que venía reclamando. Fue enterrado en medio de una gran expectación... en tanto que sus asesinos se perdían en las sombras.

sábado, 28 de junio de 2008

AGUSTIN DE ANDA (1934-1960)


ASESINADO POR UN PADRE IRACUNDO

Por Jesús Iglesias Lerroux

El 29 de mayo de 1960 la familia fílmica mexicana, que aún no se reponía del asesinato de Ramón Gay, ocurrido 24 horas antes, se cimbró de nuevo con la muerte, a balazos, del joven galán Agustín de Anda.

Agustín, acompañado de su novia Ana Bertha Lepe, entró al centro nocturno “La Fuente”, en la céntrica avenida Insurgentes de la capital mexicana, donde la actriz iba a presentar su show.

Apenas habían cruzado el umbral cuando un hombre de regular estatura, rechoncho y ciertamente iracundo, abordó a la pareja. Ana Bertha vio a su padre, el capitán Guillermo Lepe, y se sobresaltó. Agustín preguntó entonces:

—¡Qué quiere de nosotros! ¡Déjenos en paz...!

El capitán Lepe, que no aprobaba el noviazgo del actor con su hija, pronunció algunas palabras altisonantes. Agustín tomó del brazo a Ana Bertha, dio la espalda al capitán Lepe y se dirigió hacia la escalera de mármol que conducía al interior de cabaret.

El capitán Lepe gritó:

—¡Vuélvase...!

Y cuando Agustín se separó de Ana Bertha e hizo frente al capitán, este accionó la pistola que llevaba en la mano. Dos impactos dieron en la frente de Agustín y uno más se alojó en el estómago. Todos eran mortales de necesidad.

De acuerdo a lo declarado por el padre de Ana Bertha, Agustín había seducido a su hija y ésta accedía a salir con él sólo por temor. Otras versiones aseguraron que, en realidad, el capitán Lepe temía que, de casarse Agustín con su hija, lo desplazaría como “manager” de la actriz, que era en realidad lo que hacía, pues no trabajaba en ninguna parte.

Ana Bertha surgió al cine después de obtener el cuarto lugar en el concurso Miss Universo, en 1954.

Después de la muerte de Agustín de Anda se alejó por un tiempo de la escena y, cuando consideró que había transcurrido un lapso prudencial para volver al cine, lo hizo convencida de que triunfaría. También ha destacado en televisión.

Agustín de Anda actuó las  las películas “Remolino”, “La cárcel de Cananea”, “Los desarraigados”, “La estampida”, “Quietos todos”, “La máscara de carne”, “Enemigos” y una veintena más,  y era considerado como uno de los actores más prometedores del cine mexicano.

El capitán Lepe purgó una condena relativamente breve y, ya en libertad, no volvió a intervenir —por decisión propia o por rechazo de su hija— en las actividades artísticas de la actriz.

jueves, 26 de junio de 2008

RAMON GAY (1917-1960)


ACRIBILLADO POR UN MARIDO OFENDIDO

Por Jesús Iglesias Lerroux

Frente al número 59 de la calle Rhin, en la ciudad de México, un hombre y una mujer charlan en el interior de un automóvil.

Repentinamente, un hombre alto y robusto golpea con los nudillos el vidrio del parabrisas. Por su actitud —y por su gesto— está fuera de sí. El hombre del automóvil abandona el mismo y se enfrenta al sujeto. Este lo aparta de un empellón y saca casi en rastras a la mujer.

Cuando el hombre más joven sale en defensa de su acompañante, el otro individuo saca una pistola y dispara a quemarropa contra su oponente.

Así se desarrolló el drama que costó la vida del actor Ramón Gay el 28 de mayo de 1960. Su asesino fue el ingeniero José Luis Paganoni, ex esposo de la actriz Evangelina Elizondo, acompañante asidua de Ramón Gay.

Paganoni eludió la acción de la justicia durante un mes y, finalmente, se presentó ante las autoridades. Declaró ante el juez que Ramón Gay y su ex esposa estaban cometiendo actos inmorales en el interior del automóvil y que, como aún amaba a la que fuera su mujer, se ofuscó y le reclamó al actor. Cuando este trató de agredirlo, dijo, disparó contra él.

La condena de Paganoni fue breve. Abandonó la cárcel y nadie supo más de él.

Ramón Gay, que contaba al morir 43 años, fue ferrocarrilero antes de incursionar en el cine. Su primera película fue “El ropavejero”. Su última actuación: “Muñecas infernales”, donde compartió créditos con la también desaparecida Elvira Quintana.

Ramón Gay fue protegido de Arturo de Córdova, con quien mantenía una estrecha amistad y con el que actuó en varias cintas.

Su muerte constituyó una sensiblera manifestación de duelo, toda vez que Ramón Gay era uno de los galanes más cotizados y populares del cine azteca. Centenares de personas acompañaron el cortejo hasta el cementerio. 

La única ausente fue Evangelina Elizondo.

martes, 24 de junio de 2008

CARL “ALFALFA” SWITZER (1928-1959)


ASESINADO POR 30 DOLARES

Por Jesús Iglesias Lerroux

El pecoso y despeinado miembro de “La pandilla” –Our gang— se hizo hombre con un secreto sentimiento de frustración por su falta de conocimientos para enfrentarse a la vida.

Fue otro de los niños prodigio del cine, pero en una época en que bastaba tener “chispa” y caerle bien al público. Carl llegó a la pantalla sin haber pasado por la escuela. Su falta de instrucción era notoria, como notorio fue el afán de lucro de los productores, quienes contrataban, inclusive, analfabetas con tal de que llevaran público a la taquilla.

“Alfalfa”, sobrenombre con el que se le conoció, tenía el rostro de chiquillo travieso, sabía moverse con soltura en los sets y seguía al pie de la letra lo que le ordenaba el director. Con picardía, pues, suplía con creces su ignorancia.

Como miembro de “La pandilla”, Carl actuó en veinte películas. Sus mayores éxitos los consiguió con “The defiantones” y “The high and the Migthy”. Fue figura indispensable, a lo largo de su prolongada carrera infantil, en cuanta película incluyera niños y sus diabluras.

A los 18 años, Carl tropezó con la realidad. Se vio de la noche a la mañana fuera de los estudios de cine. Había dejado de ser niño y a nadie interesaba. Como tantos otros, Carl buscó afanosamente un trabajo que le permitiera vivir con cierto decoro. Pero tanto Hollywood como el perímetro adyacente al mismo permanecieron herméticos. Finalmente fue introducido de nuevo al cine... pero por la puerta trasera: como un simple comparsa. Carl desechó el empleo y comenzó a frecuentar los barrios bajos y codearse con hampones.

Trabajó de cantinero en un bar de mala muerte y allí aprendió la técnica de vivir sin gran esfuerzo a costa del dinero de los demás. Al principio fueron pequeñas raterías; después, hurtos importantes.

Quedó, pues, fuera de la ley.

En 1959, cuando había cumplido 31 años y lo de “pequeño monstruo” de la pantalla era sólo una evocación, fue asesinado a balazos por su socio, el gangster con quien solía operar. Carl reclamó al hampón los 30 dólares que le correspondían del botín, pero en lugar de plata recibió plomo.

ASESINATOS

LA VIOLENCIA COMO RAZON

Por Antonio Castro

Muchos de los que aquí son citados personificaron en el cine psicópatas, dementes, hampones y criminales de la peor calaña.

Ninguno, creo, imaginó que en su futuro habría un día de extrema tragedia. Un día en que la realidad iba a desplazar a la ficción.

El asesinato entre la gente que produce, dirige e interpreta es más frecuente de lo que cabría suponer.

Gente del cine ha sido asesinada en una orgía de homosexuales, en un rito satánico, en un asalto callejero, en una pelea, durante un robo y hasta por soldados irracionales.

Es como si la violencia fuera la única razón válida para solventar un rencor, obtener un beneficio o liberar bajas pasiones.

Los asesinos han empleado pistolas, puñales, bates de beisbol, golpes de karate y cuerdas de persianas.

Esa violencia que salta de la pantalla a la calle se evidencia incluso en el atentado a un presidente que antes había sido actor.

Por fortuna, y sólo muy de vez en cuando, no es uno sino varios los asesinos y verdaderamente horrenda su acción. El crimen masivo más espeluznante en los anales de la cinematografía es el que cometió una banda de dementes con la actriz Sharon Tate y cuatro personas más.

Este asesinato múltiple —como acontece en el crimen simplemente circunstancial— demuestra que las tragedias en el cine también ocurren sin necesidad de un guión.

lunes, 23 de junio de 2008

GEORGE SANDERS (1906-1973)



“YA HE VIVIDO BASTANTE”

Por Jesús Iglesias Lerroux

23 de abril de 1973.

La servidumbre del albergue turístico “Don Jaime”, en Casteldefels, cerca de Barcelona, recibe con hospitalidad y afecto al actor George Sanders, huésped distinguido del lugar, el que visitaba cada dos meses procedente de Mallorca, en las Baleares, donde habitualmente vivía desde hacía años, silenciosamente, discretamente, en una lujosa residencia frente al mar.

Al anochecer fue visto en una de las terrazas del parador fumando plácidamente. A la mañana siguiente, una de las recamareras lo halló tendido en su habitación, completamente desnudo. Junto a él se recogieron dos frascos vacíos de Pentobarbital sódico, el mismo tóxico con el que se suicidó Marilyn Monroe.

Sobre las sábanas la policía encontró una nota manuscrita que decía: “Estoy cansado. Ya he vivido bastante...”.

George Sanders gozaba, a sus 67 años de edad, de excelente salud. Tenía más dinero del que podía ambicionar y, de haberlo deseado, las mejores oportunidades artísticas. Sin problemas financieros, sentimentales o de salud, el suicidio de Sanders se debió al hastío.

Nacido en Viazma, Rusia, y naturalizado inglés, Sanders dejó su patria a los 11 años. Su padre, un opulento comerciante, lo llevó con él a Londres y lo inscribió en uno de los mejores colegios. Años más tarde se diplomó en la Escuela Técnica Manchester. Químico cotizado, Sanders fue reclamado por una importante empresa textil.

No obstante, su vocación por el teatro lo orilló a abandonar el trabajo y enrolarse en una compañía trashumante de revista musical.

En 1922 hizo su primera aparición en la pantalla con la película “Strange”. Doce años más tarde triunfó como actor teatral de Broadway en una comedia de Noel Coward. El cine, sin embargo, seguía siendo el anhelo de su vida.

Alto, elegante, con un estilo inconfundible y un cinismo casi innato, George Sanders se convirtió muy pronto en uno de los personajes más característicos de la pantalla. Su primera película en Norteamérica fue “Lloyd en Londres”, dirigida por Darryl F. Zanuk. En 1950 fue premiado con un Oscar por su personificación del crítico teatral De Witt en la cinta “Eva al desnudo”.

Con esta película, Sanders se consolidó como el actor cínico por excelencia. Sus actuaciones en “Rebeca”, “Soberbia”, “El retrato de Dorian Grey”, “La espía y los lanceros”, junto a Dolores del Río, y algunas más, llevaron a millones de personas a las salas cinematográficas.

Después de protagonizar una serie de aventuras policiacas, como “El Halcón” y “El Santo”, Sanders filmó alrededor de noventa películas, algunas excepcionales, como “The moon and Sixpence”, donde personificó al pintor Gauguin; “Te querré siempre”, interpretando magistralmente a Alexander Joyce, y “Amores de un impostor”, que le vino como anillo al dedo.

La vida sentimental de Sanders fue en extremo agitada. Independientemente de los muchos romances que le fueron adjudicados y que él jamás se encargó de desmentir, estuvo casado en cuatro ocasiones: con Elsie Larsen, con quien contrajo matrimonio a los 34 años y de la que se divorció en 1948. Dijo entonces: “De Elsie no guardo ningún mal recuerdo. Ni bueno tampoco...”.

Su boda con la temperamental actriz Zsa Zsa Gabor fue particularmente borrascosa. Salders volvió a sus mordaces comentarios. Se expresó así: “Las mujeres son como las enfermedades infecciosas. Una recaída es siempre de enorme gravedad. Mi boda con la enloquecida bruja de Zsa Zsa fue un error craso. Me avergüenza decirlo, porque no se debe golpear a las mujeres, pero yo sí lo hice. En defensa propia, claro...”.

Respecto a su tercer matrimonio con Benita Hulme, expresó: “Benita, después de enviudar del estupendo actor Ronald Colman, se casó conmigo, pero tuvo la mala ocurrencia de morirse y dejarme viudo a mi...”.

Sanders cerró con broche de oro su deambular sentimental. En 1970, a los 63 años, se casó con Magda Gabor, hermana de su ex esposa Zsa Zsa. En relación a su cuarta y última experiencia matrimonial, Sanders comentó: “Eso no fue una unión matrimonial, sino una épica batalla. Terminó, claro, en una apoteosis judicial. Magda me sacó hasta los ojos...”.

George Sanders escribió en 1963 “Memorias de un farsante profesional”, que se constituyó en un rotundo éxito de librería en dos continentes. Su segunda experiencia literaria fue “Caminos del mundo”, otro Best Seller. De repente, Sanders cesó de escribir y ni las multimillonarias ofertas que le hicieron para continuar ni su natural predisposición a la narrativa lo convencieron.

Su mejor amigo en sus días postreros, en Casteldefels, fue un limpiabotas de 12 años llamado José. Fue el único ser humano del que Sanders se expresó sin apelar a su cinismo habitual.

jueves, 19 de junio de 2008

JORGE MISTRAL (1920-1972)





Por Jesús Iglesias Lerroux

Jorge Mistral ejemplifica otro caso del actor que después de alcanzar las más altas cimas se sume en el fracaso y decide huir de este mundo por la puerta falsa.

Su declive como galán, lo complicado de su vida sentimental y una enfermedad que lo había minado físicamente, se conjugaron en un momento dado e impulsaron al actor español a dispararse en balazo en el corazón.

Se llamaba Modesto Llosas Rosell y había nacido en Valencia, España. Interesado desde niño en las actividades artísticas, Jorge abandonó los estudios de abogado y comenzó a trabajar en el teatro de la compañía de Enrique Borrás, a la sazón uno de los actores más prestigiados de habla hispana.

Su incursión en el cine fue con la película “La llamada del mar”, que no impresionó a nadie. Hizo un segundo filme, y fracasó de nuevo. Siguió, empero, estudiando al lado de renombrados maestros de la escena y, convencido de que su talento y su apostura lo conducirían al triunfo, pidió una oportunidad más y esta llegó con la película “Misión blanca”, rodada en 1945. La cinta fue un éxito y Mistral fue incluido, en plan estelar, en películas tales como “Botón de ancla”, “La duquesa de Benemejí”, donde caracterizó a un bandolero, y “Amanecer”, encarnando a un millonario.

Ya convertido en el primer galán del cine español, Mistral viajó a Cuba, primero, y a Argentina, después, donde filmó media docena de películas. Finalmente se trasladó a México, que sería su segunda patria, donde alcanzó enorme popularidad en “El derecho de nacer”, un éxito taquillero sin precedente.

Dos famosos directores europeos —Jean Negulesco y Juan Antonio Barden— le dirigieron en otras tantas cintas. Filmó en Europa “Las sirenas y el delfín”, junto a Sofía Loren; “Carmen la de Ronda”, con Sara Montiel, y en Estados Unidos “Los pistoleros de Río Grande”.

Jorge Mistral propuso matrimonio en dos ocasiones a la cantante hispana Gloria Lasso, pero ella prefirió seguir siendo una buena amiga.

Años más tarde, Mistral se casó en Argentina con Olga Marchetti, con quien tuvo una hija que murió a los pocos días. Regresó a México y tuvo que afrontar un juicio por abandono de hogar. Su esposa le reclamó una fuerte suma de dinero y pensiones no devengadas para la manutención de los dos hijos que tuvo en un matrimonio anterior.

Prácticamente arruinado, el actor tuvo que recurrir  sus amigos para solventar sus compromisos.

Unos días antes de su muerte actuó como declamador en varios centros nocturnos de la ciudad de México. La crítica y el público lo aplaudieron en su nueva modalidad, pero Mistral declamaba más por gusto que por dinero. Las deudas aumentaron y Mistral, prematuramente avejentado, enfermo y solo, consideró que no merecía la pena seguir viviendo.

Su muerte fue muy sentida en los países de habla hispana.

sábado, 14 de junio de 2008

ALAN LADD (1913-1964)



UNA BALA EN EL PECHO

Por Jesús Iglesias Lerroux

El hombre, de rostro atractivo y sereno, abrió la puerta de su garage en su casa de Palm Springs, cerca de Los Angeles, se introdujo en el cuarto y extrajo de su funda su escopeta. Apoyó el cañón contra su pecho y disparó. Su muerte fue instantánea.

Alan Ladd, sabiéndose enfermo —le habían diagnosticado cáncer— no estaba precisamente en el ocaso de su carrera, pero la enfermedad lo había alejado forzosamente de la actuación.

Encasillado durante años en tipos similares de aventurero, y no obstante su inexpresividad y la repetición de gestos y actitudes, la dinámica de sus personajes lo convirtieron en una figura inmensamente popular.

En contra de lo que suele suceder, Alan Ladd comenzó a revelarse como actor dramático muy aceptable cuando ya no le quedaba tiempo. Ciertamente amargado por su incapacidad física, hombre de acción y sin resignarse a languidecer entre sufrimientos y compasión, tomó la fatal determinación sin comunicárselo a nadie.

Alan nació en Hot Springs, Arkansas, y desde muy joven destacó en los deportes, principalmente en natación. Su primera actividad profesional la realizó como periodista. En una ocasión y cuando entrevistó a la actriz Sue Carol, ésta le vio aptitudes para la escena y lo animó a convertirse en actor.

Siempre apoyado por Sue, logró que lo incluyeran en el elenco de “El cuervo”, de Frank Tuttle. Sue y Alan terminaron casándose y la carrera del actor cobró a partir de entonces una dinámica diferente.

Participó en “China”, “Calcuta”, “La dalia azul”, “Marcado a fuego”, “Tempestad en Oriente”, “La sirena y el delfín”, junto a Sofía Loren, y en treinta y tantas películas más, desde luego ninguna comparable a “Shane el desconocido” (“Raíces profundas”), que hizo de él uno de los actores más populares de la década de los cuarenta.

El film fue dirigido por George Stevens, en 1934, y desde entonces está constituido como un western clásico.

Sus últimas apariciones en la pantalla fueron en “Calle Oeste”, donde mostró aptitudes para el drama, y “The Carpetbaggers”, película póstuma. “El perro de flandes”, rodada en Bélgica, y “Herencia salvaje (“Misty”), lo cimentaron como un buen actor.

Alan Ladd quedó perpetuado en su hijo David, fruto de su matrimonio con Sue Carol. David debutó en “Rebelde y orgulloso”, y se reveló como un actor juvenil aceptable.

martes, 10 de junio de 2008

PEDRO ARMENDARIZ (1912-1963)



El MAS INTERNACIONAL DEL CINE AZTECA

Por Jesús Iglesias Lerroux

Hospital Universitario de los Angeles, California. Un hombre maduro, bastante apuesto aún no obstante las huellas que le ha dejado una terrible enfermedad, amartilló bajo las sábanas un viejo Colt.

Pretextando que se le acabó el papel para escribir, pide a su esposa que le consiga más. Cuando la mujer abandona la habitación, el hombre coloca el cañón del revólver en la sien derecha y jala el gatillo.

Pedro Armendáriz fue uno de los actores más versátiles del cine mexicano y, desde luego, el de mayor preponderancia en el terreno internacional.

Nacido en la ciudad de México, Armendáriz tuvo que abrirse paso en la vida a base de tesón y voluntad férrea. Consciente de que sólo una adecuada preparación académica lo conduciría al éxito, cursó estudios secundarios en San Antonio, Texas, y finalmente se graduó en el Instituto Politécnico de California.

A su regreso a México y ante la falta de oportunidades para conseguir empleo a tono con sus conocimientos, Pedro tuvo que desempeñarse como ferrocarrilero y en la administración de un hotel.

A instancias de algunos amigos que habían integrado un grupo de teatro experimental, Pedro Armendáriz se metió de lleno en la actuación. Su apostura y personalidad, sus rasgos tan definidos y su empeño, lo llevaron al cine, donde debutó en la película “María Elena”, filmada en 1937 bajo la dirección de Raphael J. Sevilla.

El momento decisivo de su carrera fue cuando Emilio “Indio” Fernández, entonces el mejor cineasta mexicano, lo consideró el personaje típico por excelencia para una serie de películas que planeaba y que, sin lugar a dudas, figuran entre las más extraordinarias jamás filmadas en México.

Pedro Armendáriz estelarizó “María Candelaria”, “Bugambilia”, “La perla”, “Enamorada” y “La malquerida”, rodadas entre 1944 y 1949. Estas cintas dieron la vuelta al mundo entre aclamaciones del público y la crítica. La dirección de Emilio “Indio” Fernández, la fotografía de Gabriel Figueroa, y la actuación, como coestelares de Pedro, de Dolores del Río y Columba Domínguez, lograron para dichos filmes galardones internacionales.

Incorporado al cine de Hollywood, Pedro actuó bajo las órdenes de directores tan renombrados como John Ford, Stuart Herisler y John Houston.

En Europa intervino en varias cintas, entre ellas dos dirigidas por el laureado Luis Buñuel. Fue igualmente figura estelar —al lado de Sean Connery— en la serie protagónica del Agente 007 James Bond, “Desde Rusia con amor”.

A los 51 años, en plenitud de facultades, aunque físicamente quebrantado, Pedro fue enterado de que padecía un cáncer terminal.

Cuando ingresó al Hospital UCLA, ya estaba en el umbral de un fin inexorable.

Hombre de probada entereza, de gran reciedumbre, no quiso prolongar su agonía ni dejar a los suyos —sobre todo a su público— la imagen del patetismo postrero.

lunes, 9 de junio de 2008

MARILYN MONROE (1926-1962)



UN MITO QUE NO QUERIA SERLO

Por Jesús Iglesias Lerroux

Agosto de 1962. Marilyn Monroe, la mujer sexy, la mujer mito, el personaje trágico por excelencia, pone fin a sus días en su residencia de Beverly Hills, en los suburbios de Los Angeles, a los 36 años de edad.

De una desconocida modelo llamada Norma Jean Baker, que posaba desnuda por 50 dólares, fue trastocada en rutilante luminaria, primero, y en mítico arquetipo, después, para convertirse finalmente en un fenómeno que va mucho más allá del ámbito cinematográfico.

Marilyn, genuino producto de la fábrica de ídolos que es Hollywood, quiso ser en realidad, y así lo manifestó muchas veces, una chica felizmente casada con un granjero y madre de muchos niños.

Su rostro —y de manera particular su cuerpo— le trazaron un destino muy diferente al anhelado.

La publicidad, que en sus comienzos la mostró a través de su magnífica envoltura carnal, la convirtió paulatinamente en una “diosa del sexo”. Es decir, en una mujer susceptible de ser transformada, en manos de los expertos, no ya en la actriz de acrecentada demanda, sino en un símbolo erótico para ser consumido en el mercado de los deleites fílmicos.

En la plenitud de su carrera, consciente de la triste realidad de su vida, hastiada de ser un monstruo sagrado, pero vacía, se mató con barbitúricos. En la penumbra de su habitación, aquella tarde estival, Marilyn debió pensar, antes de exhalar el último suspiro, en lo poco que supo comprenderla el mundo; en aquellos que iniciaron su destrucción en aras de la publicidad y el dinero, y en aquellos para quienes significó, en el interior de una sala cinematográfica, el sueño inalcanzable.

La leyenda de Marylin principió cuando apareció desnuda, sobre un terciopelo rojo, retratada por el fotógrafo Tom Kelly. De aquella fotografía se hicieron 2o millones de copias, cada una montada sobre un calendario. Entonces era solamente Norma Jean Baker.

El mítico personaje surgió a raíz de la película “Niágara”. Cierto es que Marilyn era, ante todo, erotismo puro, pero nunca el erotismo estuvo tan lleno de dimensión como cuando millones de admiradores la aclamaban, lo mismo como la tontuela de “Los caballeros las prefieren rubias”, que como la mujer hermosa, y muy aceptable actriz, de “Río sin retorno”, que protagonizó con Robert Mitchum.

Sí. Marilyn fue un producto de la publicidad y ésta, en contubernio con el público, la destruyó. El verdadero mito no llega jamás a serlo en tanto el producto de ese mito siga latente. Era, pues, necesario morir. Y Marilyn había comenzado a morir bastante antes de aquel 5 de agosto.

Su primer matrimonio con el policía James Dougherty, el 19 de junio de 1942, duró cuatro meses escasos. Ya famosa y enormemente sola, buscó en el astro del beisbol Joe DiMaggio la esperada felicidad. Se casaron el 14 de enero de 1954 y se divorciaron el 27 de octubre del mismo año.

Al conjuro de un hombre famoso, que se le antojaba sereno y estable, Marilyn se refugió en el dramaturgo Arthur Miller, muy culto, muy famoso y bastante mayor que ella. Miller influyó determinantemente en la carrera de Marilyn. “The Misfits”, película que protagonizó con Clark Gable y Montgomery Clift, la mostró como una verdadera actriz. Miller fue el autor del guión.

No obstante la aparente felicidad de que disfrutaba la pareja, el matrimonio quedó desecho el 21 de enero de 1961, cinco años después de haberse consumado.

A partir de entonces Marilyn comenzó a desintegrarse, no tanto físicamente como moralmente. A mitad del rodaje de “Something’s go to give”, la actriz buscó la soledad de su recámara y allí acabó con sus sueños y los sueños de quienes la encumbraron.

Catorce años después de su muerte, un libro profusamente ilustrado y escrito con propiedad por Norman Mailer, resucitó a Marilyn Monroe para las nuevas generaciones.

No la mostró como la “diosa del sexo”, sino como la mujer incomprendida, glorificada hasta la exageración y vilipendiada sin fundamento, pero siempre profundamente humana.

Tom Kelly retrató su cuerpo.

Norman Mailer retrató su alma.

MIROSLAVA (1927-1955)



UNA MUERTE NO ACLARADA

Por Jesús Iglesias Lerroux

Mira Sternova —ese era en realidad su nombre— pudo alcanzar alturas insospechadas como actriz. Distinguida, muy bella, elegante, dotada de gran sensibilidad y enormes aptitudes para la escena, fue considerada una moderna Greta Garbo.

Miroslava llegó a México, su tierra de adopción, siendo una adolescente. Su familia huyó de Praga —entonces invadida por los alemanes— y encontró en tierras de América el sosiego que había perdido en su patria, Checoslovaquia, convulsa y destrozada por la contienda.

Si bien circularon múltiples versiones acerca de su muerte, nunca se supieron realmente las causas que la orillaron al suicidio. Se sabía que estaba profundamente enamorada —ella así lo afirmó a los periodistas— pero jamás reveló el nombre de su amado. Fue relacionada sentimentalmente con un prominente industrial, con un político de altos vuelos y con un famoso torero español.

Una mañana de marzo fue encontrada muerta por su sirvienta en su residencia de la ciudad de México. Miroslava, siguiendo la tradición de otras muchas actrices, se mató con somníferos. Tenía al morir 26 años.

Después de estudiar arte dramático en Nueva York, regresó a México y fue sometida a una prueba cinematográfica. Gustó y fue contratada para tomar parte en “Bodas trágicas”, filme de Gilberto Martínez Solares. Su consagración fue con la película “Los toros bravos”, de Robert Rossen, rodada en 1950. Hizo después: “Cárcel de mujeres”, “Stranger or Hoserback”, de Jacques Tourner; “Escuela de vagabundos”, con Pedro Infante y, dirigida por Luis Buñuel, la cinta que marcaría su despegue final: “Ensayo de un crimen”.

Tocada por la magia de la fama y la fortuna, endiosada por los cinéfilos y requerida para proyectarse en el extranjero —Hollywood la había reclamado insistentemente— Miroslava decidió acabar con todo de una manera absurda.

Si en verdad murió por un amor mal correspondido —el del matador de toros español Luis Miguel Dominguín—, como todo parecía indicar, nadie tuvo plena constancia de ello.  Se le achacó una doble vida: la de una mujer llena de esperanzas y en camino de una proyección internacional, y la de una mujer torturada por su pasado en Praga, por los celos y la decepción.

En 1993 se estrenó la película “Miroslava”, cuyo papel se adjudicó la actriz Arielle Dombasle, pero no aportó mas que especulaciones sobre las causas de la muerte de la bella checoslovaca.

sábado, 7 de junio de 2008

LUPE VELEZ (1908-1944)



NO PUDO SOPORTAR EL DESDEN

Por Jesús Iglesias Lerroux

Su nombre completo era Guadalupe Vélez Villalobos y nació en San Luis Potosí, México. Fue una mujer que vivió intensamente la vida. Amó y fue amada por muchos actores célebres. Pero su inestabilidad emocional, su fuerte temperamento, un carácter dominante, impulsivo y absorbente, le crearon no pocos problemas a lo largo de su vida.

Su popularidad, en extremo tormentosa, y un constante afán de querer salirse siempre con la suya, sea cual fuere el precio a pagar, la predispusieron, a la postre, para dejar este mundo por voluntad propia.

Lupe Vélez no pudo soportar el desdén del actor Harald Ramond, de quien iba a tener un hijo, y se suicidó apurando un fraso entero de Seconal. En su agonía pidió que la salvaran, pero nada se pudo hacer. Harald, el hombre que más había significado en su vida, eludió a la prensa y a sus amigos, abandonó Hollywood y se perdió en el anonimato.

En la azarosa vida de la actriz, en la cual el sexo tuvo un papel preponderante, tuvieron cabida actores tan famosos como Gary Cooper, John Gilbert, su paisano Arturo de Córdova y el más famoso de los tarzanes, johnny Weismuller, con quien contrajo matrimonio. Ambos pedirían tiempo después, de manera simultánea, el divorcio.

Hija de una cantante, Lupe Vélez trabajó en la industria del calzado antes de orientarse hacia el mundo del espectáculo, en el que debutó como cancionera y bailarina. Su belleza exótica, su piel morena y su agresividad erótica, que le valió el sobrenombre de “spitfire” —escupefuego—, título por cierto de una de sus películas, en 1943, le despejaron el camino hacia el estrellato.

Su primer filme, muy por debajo de sus aspiraciones, fue “El gaucho”. Posteriormente filmó “La canción del lobo”, dirigida por D.W. Griffith; “Oriente”, “Resurección”, “Congo”, “Bajo el cielo de Cuba” y “Campeón”.

Cuando se casó con Johnny Weismuller, las opiniones se dividieron. Se dijo que el famoso Tarzán, que llegó al cine después de conquistar media docena de medallas de oro en las Olimpiadas, era el hombre que habría de domar a Lupe. Otros, en cambio, pronosticaron un rotundo fracaso.

La corpulencia de Weismuller, atleta nato, y la baja estatura de la actriz, que apenas rebasaba el metro con cincuenta centímetros, dio motivo a las chanzas de rigor, que Lupe combatió siempre con ardor y las uñas por delante.

En 1939 se trasladó a México y Fernando de Fuentes la incluyó en “La Zandunga”. Un año ates de su muerte filmó en su patria “Naná”, basada en la novela de Emilio Zolá. Hizo también dos películas con Arturo de Córdova y otras con Miguel Angel Ferriz y Crox Alvarado.

Cuando murió tenía 36 años y en sus entrañas llevaba el hijo que anheló siempre. 

MAX LINDER (1883-1925)




DOS CUERPOS SOBRE LA ALFOMBRA

Por Jesús Iglesias Lerroux

El 30 de octubre de 1925, Gabriel Maximiliano Lavielle, de 42 años, conocido artísticamente como Max Linder, ató de pies y manos a su esposa, la amordazó y le abrió las venas de ambas muñecas. Tras convencerse de que había muerto, se suicidó usando el mismo procedimiento.

Considerado en una época como el mejor comediante del mundo, un auténtico gentleman al que repetidamente había sonreído la fama y la fortuna, fue incapaz de deteriorar su figura —mucho menos su rostro— disparándose un balazo.

Cuando irrumpió la policía en el cuarto de hotel donde se hospedaba la pareja,  en Baltimore, encontró al actor impecablemente vestido... con una sonrisa en los labios. A su lado, en un impresionante charco de sangre que empapaba la verde alfombra, yacía su esposa.

El reporte forense especificó que Max Linder estaba poco menos que embotado cuando tomó la fatal determinación. Hacía meses que Linder consumía en exceso alcohol y estupefacientes.

Nacido en Saint Luis Gironde, Francia, en el seno de una familia acomodada, Linder abandonó la carrera de arquitectura por la música y el arte dramático. Tras obtener el primer lugar entre los alumnos del Conservatorio de Burdeos, incursionó en el cine como comediante y desbancó de inmediato al mejor cómico de aquellos tiempos, el gran Andree Deed, “Boireau”.

Su primera película fue “La fuga de un colegial”, dirigido por Lucien Nanguet, en 1905. Tras conquistar París e inmortalizar a “Rigadin”, personaje conocido en español como Salustiano, firmó un contrato con Pathe y recorrió Europa entre éxitos y aclamaciones. En España causó sensación con “Max toreador”, rodada en 1913.

En 1914, durante la primera guerra mundial, Max Linder resultó gaseado y estuvo dos meses entre la vida y la muerte. En 1916 se embarcó hacia los Estados Unidos y triunfó en Hollywood con cintas tales como “Max en América”, “Max en un taxi” y “Max se divorcia”.

El estilo de Linder influyó determinantemente en Charles Chaplin, primero, y en Mack Sennett, después.

Fue en 1922 cuando comenzaron las desavenencias conyugales, que se agudizaron por la afición de Linder a las drogas. En 1924 seguía siendo un caballero atildado, siempre mundano y ágil conversador, pero interiormente se estaba desmoronando.

Un mes antes de morir acusó públicamente a su esposa de infidelidad y el escándalo cimbró Hollywood.

En total fueron 200 las películas que filmó Max, incluyendo una antológica —“La vida íntima de un monóculo”, de René Clair—, y su último filme, inconcluso por cierto, “La evasión de los Barkas”.

Años después de su muerte fue revalorizado en el cine en una película producida por su hija Maud.

En la actualidad sus cintas son de cine club y están consideradas, junto con las de Chaplin, auténticas joyas cinematográficas.

viernes, 6 de junio de 2008

¿POR QUE SE SUICIDAN LOS ARTISTAS?


Por Jesús Iglesias Lerroux

Esta pregunta se la hicieron en la década de los sesentas a Pietro Dalmati, a la sazón el más famoso embalsamador de Hollywood y propietario, además, de la más lujosa funeraria de Beverly Hills. Contestó simplemente:

—¡Por miedo...!

En efecto. El artista, hombre o mujer, suele advertir a lo largo de su carrera un miedo enteramente racional que se acentúa con el tiempo.

Tiene miedo al fracaso, al olvido y a la vejez. Y a todo aquello que, como la fama y la fortuna, conlleva un descenso en la escala preferencial del público.

En casi todos los casos, el miedo se supera o se aprende a vivir con el. Algunos hay, empero, que precisamente por no superarlo deciden disponer de su existencia a través de la única salida que les queda: la muerte.

Hay un miedo, claro, enteramente comprensible y por ende disculpable: el miedo a mostrar al público una imagen físicamente deplorable debido a la enfermedad. Un cáncer terminal, el devastador sida o cualquier otro mal mortal por necesidad, no siempre es soportable. Sobre todo por quienes han mostrado por años una apariencia saludable, armoniosa e, incluso, bella.

A través de los personajes que se citan más adelante, adviértese toda una gama de motivos, circunstancias y hasta pretextos para no seguir viviendo.

El temor al hastío, al desdén y al inexorable paso del tiempo, conforman el perfil del miedo. Un perfil muy común, ciertamente, entre quienes se deben al público y a este rinden cuentas.

PRESENTACION

Por Antonio Castro

En este blog el lector difícilmente encontrará paliativos de optimismo al drama.

Este es un blog de tragedias, porque ha sido precisamente la tragedia la que ha encuadrado, inexorablemente, a lo largo de una centuria, la historia del séptimo arte.

La finalidad, al hablar de tantas circunstancias patéticas envolviendo a la gente del cine y la música, no es despertar reacciones mórbidas, sino evocar una serie de hechos que, de sobra conocidos o de escasa difusión, atañen a muchas de las figuras, grandes o pequeñas, famosas o casi anónimas, cuya dramática existencia quizá nos haga comprender mejor a los protagonistas.

Cuando el cine irrumpió en la vida de millones de personas como un juguete novedoso, con algo mágico capaz de hacer reír o llorar, un torrente de sensaciones nuevas arrastró también a quienes en el cine forjan su inspiración.

Desde sus albores, la industria se ha caracterizado por sus conquistas, por su proyección universal, por la decadencia de no pocos de sus artífices y por el espejismo de Hollywood, un nombre permanentemente ligado a las debilidades humanas.

Si se tratara de relatar aquí la fabulosa historia del cine, un medio de expresión que influye decisivamente en todos los pueblos del orbe, habría que exaltar el esfuerzo e imaginación creadora de un arte que entretiene, conmueve, sensibiliza y constituye un gran aporte cultural.

Pero este blog no pretende abordar cuanto de positivo encierra el cine, sino ahondar en los aspectos patéticos del mismo. Eludiremos, pues, la gran riqueza material y espiritual de las imágenes móviles y nos adentraremos en una colosal fábrica de sueños.