miércoles, 2 de julio de 2008

SHARON TATE (1943-1969)



UN CRIMEN ESPELUZNANTE

Por Jesús Iglesias Lerroux

Pocos crímenes, como el de Sharon Tate, han impactado tanto a la opinión pública.

El asesinato de la bella actriz y cuatro personas más figura, en los anales de la criminalidad, como uno de los más espeluznantes de que se tenga memoria. Fue un asesinato múltiple sin sentido aparente pero ejecutado con toda frialdad e inusitada violencia.

Sharon tenía 26 años cuando murió salvajemente acuchillada en el cuello, en el pecho, y en el vientre, donde latía, en su octavo mes de gestación, su primer hijo, fruto de su matrimonio con el director Roman Polanski, con quien se había casado un año antes en Londres, Inglaterra.

Antes de referirnos a Sharon en el plano artístico, incluiremos un extracto de la transcripción taquigráfica obtenida durante el juicio seguido contra Charles Manson, autor intelectual de estos y otros crímenes igualmente horrendos, y contra sus no menos sanguinarios secuaces.

Las palabras son de Susan Atkins, de 21 años, que tomó parte en el asesinato masivo:

“El hombre se enderezó, me agarró por el pelo y trató de golpearme. Tuve que luchar para no sucumbir”

Susan se refería a uno de los huéspedes de Sharon, sacrificado por los demás aquella calurosa tarde de junio de 1969 en la residencia que los esposos Polanski poseían en Bel Air, suburbio de Los Angeles.

Además de Sharon, fueron asesinados Jay Sabring, de 36 años, famoso estilista de Hollywood; Abigail Folger, de 26 años, hija de un conocido magnate; Voytock Prokowski, de 27 año, guionista de cine; y Steve Parent, de 18 años, amigo de Polanski.

“Caímos —continúa Susan— y el hombre quiso desarmarme, pero yo lo empujé y cayó sobre un sillón. Entonces lo apuñalé cinco o seis veces. Mientras esto sucedía, Abigail se había soltado y luchaba con mi amiga Katie. Otra compañera nuestra, Linda, vigilaba afuera de la casa, oculta en un automóvil.

“Todo era confusión. El hombre que yo había apuñalado se incorporó gritando. Yo me asusté y grité a mi vez: ¡Tex, Tex, ayúdame, haz algo...! Tex, que había ido con nosotros a la casa, sacó un revólver y disparó, pero se encasquilló. Me pidió entonces el cuchillo y con él remató al hombre...

“Sharon estaba solándose de la cuerda con la que la habíamos atado. Yo volteé y vi a Abigail luchando aún con Katie, quien por fin acuchilló a aquella mujer y ésta quedó inerme. Yo, entonces, me acerqué a Sharon por atrás y le apliqué una llave al cuello. Sharon empezó a suplicarme que no la matara, que la dejara vivir para que pudiera tener a su hijo. Katie me miró y yo le pedí ayuda. Pero ella salió a buscar a Tex, que estaba en el jardín. Yo seguí aplicando la llave a Sharon y ella volvió a suplicarme que no la matara, que lo hiciera por el hijo que estaba por nacer...

“Entonces regresó Tex. Sharon me miró fijamente y me dijo una vez más que no le hiciera daño, que la dejara vivir. Yo tenía que hacer algo antes de que se pusiera histérica. No puedo tener piedad contigo, le dije. Ella me miró extrañamente y entonces le clavé el cuchillo, primero en el cuello y luego en el pecho. Sharon cayó al suelo y empezó a sangrar. Me dijo algo pero no le entendí bien...

“Se acercó rápidamente Tex y me dijo que la acuchillara en el vientre. Yo le metí el cuchillo pero no me atreví a empujarlo más adentro. Entonces Tex me lo quitó y la apuñaló en el estómago tres o cuatro veces. Creo que él fue quien a mató, pues Sharon ya no dijo nada...

“Tex me ordenó entonces: regresa al jardín y escribe algo sobre la puerta. Se me ocurrió entonces una idea y me acerqué a Sharon. ¡Uf...!, allí había un ser viviente moviéndose en el vientre. Pensé abrírselo y sacar al bebé, pues escuchaba como gorgoteaba la sangre en el interior, pero no pude. Oí un ruido muy desagradable. Ahora sé que le llaman el cascabeleo de la muerte...

“Tomé una toalla y la empapé con sangre del pecho y el vientre de Sharon. Tex me ordenó: escribe la palabra cerdo... ¡Y así lo hice! Entonces, todos salimos corriendo. Tex, Katie y yo...”.

Cuando llegó la policía tropezó con un cuadro horrendo. Steve Parent yacía muerto en el jardín; Prokowski agonizaba en la puerta principal; Abigail Folger estaba muerta junto a un sillón; Jay Sabring también estaba muerto al lado de una mesa, sobre la alfombra. Y también en la alfombra, en medio de un gran charco de sangre, la actriz Sharon Tate.

Charles Manson y sus secuaces fueron arrestados algún tiempo después y confesaron estos crímenes y muchos más, entre ellos el de los esposos Bianca, que habitaban también en Bel Air y para quienes Manson y sus seguidores no tuvieron piedad alguna.

Susan, Katie y Linda, las tres pupilas del satánico personaje, fueron sentenciadas a cadena perpetua. Tex y Manson, sentenciados a morir en la cámara de gas. Pero, al abolirse la pena de muerte en California, se salvaron de ser ejecutados. Se les condenó entones a la pena máxima: 40 años de prisión.

Sharon Tate, hija de un oficial de la armada norteamericana, fue descubierta por el productor Samuel Goldwyn y lanzada al estrellato en “No hagan olas”. La actriz, que había estudiado arte dramático en el estudio de Lee Stremberg, hizo posteriormente “El ojo del diablo” y un año más tarde “La danza de los vampiros”, dirigida por Roman Polanski, con quien se casaría tres años después.

Sharon encarnó a la infeliz suicida en “El valle de las muñecas”, rodó un par de cintas en Italia y participó estelarmente en “La mansión de las siete palabras”. Si filme póstumo fue “12+1”, de Luciano Liciagni, donde compartió créditos con Orson Welles y Vittorio Gassmann.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Manson.....¿Adepto al "paladismo"?